Ultimo amistoso antes del Mundial. Dentro de seis días, el fuego será real y el adversario también. Lo de hoy tiene cierta utilidad, no obstante. Primero nos permitirá saber cómo está Diego Costa, misterio sin aclaración desde el pasado 8 de mayo, cuando se lesionó el bíceps femoral de la pierna derecha en un entrenamiento (lesión muscular de grado I). Desde entonces, el delantero ha jugado un total de 39 minutos oficiales, contra el Barça en Liga (30’) y frente al Madrid en Lisboa (9’).
Casi un mes después (y una placenta de yegua de por medio), el objetivo es hacerle la prueba definitiva, la que no es posible en los entrenamientos. Si Diego Costa se resiente hoy (no se espera que sea titular), Del Bosque podrá sustituirle por otro jugador ahora de vacaciones (Negredo o Llorente, en principio). El plazo de cambios por causa mayor finaliza 24 horas antes del debut de España.
Fijado el primer punto de interés, el partido también servirá para observar químicas y querencias. El asunto más relevante vuelve a ser del nueve: verdadero o falso. El dilema, como siempre, pone el foco sobre Cesc, opción favorita del seleccionador y protagonista durante la semana por la indiscreción de Piqué, que lo colocó fuera del Barça por 33 millones. La reacción de Fàbregas es imprevisible, pero en situaciones parecidas los futbolistas despechados se vienen arriba, y les da por reivindicarse a base de goles o actuaciones estelares.
También será el momento para confirmar la sensación del último amistoso, y de los últimos años en general: el equipo funciona cuando coinciden una mayoría de bajitos sobre el campo. Y hablo, en este caso, de los bajitos fundacionales, los que disputaron la final de la Eurocopa 2008: Xavi, Iniesta, Silva y Cesc. Sobre ellos y alrededor de un gran mediocentro (Senna o Busquets) se fundó el tiqui-taca que defenderemos en Brasil. Todo lo demás resulta casi complementario.
El adversario, todavía no está dicho, es El Salvador, selección que mirarán con afecto todos aquellos que danzaron en los años 80 (generación Naranjito), especialmente los aficionados al Cádiz. El Salvador no sólo disputó el Mundial 82, sino que nos descubrió a Mágico González, genio incomparable. Como el país es pequeño (seis millones de habitantes), todavía no se ha recuperado de tal derroche de talento.
El Salvador disputará su segundo partido desde la renovación forzosa a la que se ha visto sometido después de un estrepitoso escándalo de amaños (partidos contra EEUU, DC United, México y Paraguay). Todo es nuevo ahora, empezando por el entrenador, el español Albert Roca, misionero en El Salvador del método Barça.
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