Los primeros habitantes de lo que hoy conocemos como Francia fueron los galos, un pueblo celta; hablaba una lengua celta de la que surgió el irlandés, el galés, el bretón y las actuales lenguas que se denominan así. Al conquistar la Galia el romano Julio César, en el siglo I a.C., se fue abandonando la lengua celta de las tribus galas, dando paso a la que empleaban las legiones romanas, el llamado latín vulgar, propio de la lengua coloquial, frente a la lengua culta, sermo urbanus, de oradores y escritores. Ya a finales del siglo IV el latín había sustituido completamente a la hoy perdida lengua celta, que no debe confundirse con la lengua, también celta, que hoy se habla en la Bretaña francesa. Ésta se supone traída a la región por los antiguos habitantes de las Islas Británicas, quienes se refugiaron en las costas septentrionales francesas y belgas en su huida de los invasores anglos, jutos y sajones entre los siglos V y VII. De estricto origen celta han pasado al francés únicamente unas cincuenta palabras, que a su vez y en algunos casos se latinizaron, como alauda, actualmente alouette ('golondrina') y carruca hoy char ('carro'). El latín vulgar estaba muy implantado en la Galia cuando tuvo lugar la invasión de los pueblos bárbaros de origen germano, los visigodos, burgundios y francos, quienes no impusieron su lengua en los territorios que conquistaban; por el contrario adoptaron ellos las de los pueblos dominados. Sólo hay unas cuatrocientas palabras francesas que tengan origen germánico, como por ejemplo franc ('franco, sincero, sin restricciones'), français ('francés'), las dos procedentes del mismo vocablo germánico franko, nombre del pueblo conquistador; fauteuil ('sillón') que procede de faldastol; auberge ('albergue') de heriberga. En el latín vulgar entraron también palabras de origen griego en épocas muy diversas, incorporando en el siglo VI los helenismos procedentes de las colonias mediterráneas, concretamente Marsella y Niza. En el siglo VII, el latín vulgar ya había sufrido muchas modificaciones en el territorio de lo que hoy llamamos Francia, y en todas las clases sociales se hablaba y aceptaba esta forma evolucionada del latín, que se había mezclado con las lenguas que constituyeron su sustrato y su superestrato para iniciar el camino de una lengua románica autónoma: el francés. Ya en los albores del siglo VI las resoluciones de los concilios que tuvieron lugar en Francia se tradujeron al francés antiguo, también llamado romance, y en el siglo VIII, Carlomagno solicitó, en un edicto real, a los dignatarios de la iglesia francesa el uso de la lengua vernácula en sus predicaciones.
jueves, 8 de octubre de 2015
Orígenes Franceses | primeros habitantes
Los primeros habitantes de lo que hoy conocemos como Francia fueron los galos, un pueblo celta; hablaba una lengua celta de la que surgió el irlandés, el galés, el bretón y las actuales lenguas que se denominan así. Al conquistar la Galia el romano Julio César, en el siglo I a.C., se fue abandonando la lengua celta de las tribus galas, dando paso a la que empleaban las legiones romanas, el llamado latín vulgar, propio de la lengua coloquial, frente a la lengua culta, sermo urbanus, de oradores y escritores. Ya a finales del siglo IV el latín había sustituido completamente a la hoy perdida lengua celta, que no debe confundirse con la lengua, también celta, que hoy se habla en la Bretaña francesa. Ésta se supone traída a la región por los antiguos habitantes de las Islas Británicas, quienes se refugiaron en las costas septentrionales francesas y belgas en su huida de los invasores anglos, jutos y sajones entre los siglos V y VII. De estricto origen celta han pasado al francés únicamente unas cincuenta palabras, que a su vez y en algunos casos se latinizaron, como alauda, actualmente alouette ('golondrina') y carruca hoy char ('carro'). El latín vulgar estaba muy implantado en la Galia cuando tuvo lugar la invasión de los pueblos bárbaros de origen germano, los visigodos, burgundios y francos, quienes no impusieron su lengua en los territorios que conquistaban; por el contrario adoptaron ellos las de los pueblos dominados. Sólo hay unas cuatrocientas palabras francesas que tengan origen germánico, como por ejemplo franc ('franco, sincero, sin restricciones'), français ('francés'), las dos procedentes del mismo vocablo germánico franko, nombre del pueblo conquistador; fauteuil ('sillón') que procede de faldastol; auberge ('albergue') de heriberga. En el latín vulgar entraron también palabras de origen griego en épocas muy diversas, incorporando en el siglo VI los helenismos procedentes de las colonias mediterráneas, concretamente Marsella y Niza. En el siglo VII, el latín vulgar ya había sufrido muchas modificaciones en el territorio de lo que hoy llamamos Francia, y en todas las clases sociales se hablaba y aceptaba esta forma evolucionada del latín, que se había mezclado con las lenguas que constituyeron su sustrato y su superestrato para iniciar el camino de una lengua románica autónoma: el francés. Ya en los albores del siglo VI las resoluciones de los concilios que tuvieron lugar en Francia se tradujeron al francés antiguo, también llamado romance, y en el siglo VIII, Carlomagno solicitó, en un edicto real, a los dignatarios de la iglesia francesa el uso de la lengua vernácula en sus predicaciones.
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